martes, 25 de noviembre de 2008

El emolientero: ¿Boticario popular o el emprendedor de la calle?


El emolientero tiene sus raíces en los migrantes que como dice la canción "...dejó su tierra para irse a la capital a buscar un mejor futuro", y se encuentra con una Lima (¡acaso la horrible?). Sin trabajo, se vuelve un informal que debe de ganarse los frijoles de alguna manera y una de ellas, es la estrategia de supervivir empujando un carrito y cuadrarse en una esquina concurrida donde puede capturar a la clientela de parroquianos adictos a la buena hierba (en el mejor sentido de la palabra), que son otros provincianos que no han perdido la costumbre pueblerina de tomar sus emolientes, especie de infusiones a base de hierbas con propiedades medicinales que poco a poco se va perdiendo por el florecimiento de la llamada medicina occidental o moderna.

El emolientero conoce las propiedades de la hierba luisa, yacón, penca de sávila, llantén, y toda la variopinta riqueza que Dios le ha dado al Perú y que lo hace uno de los lugares más ricos en biodiversidad. Su trabajo empieza a las 6 de la mañana colocándose en una esquina estratégica, de paso frecuente de personas, puede ser la esquina de una agencia de viajes interprovinciales, cerca a un centro de educación intermedia; la canchita deportiva del barrio, en fin hoy lucha por su espacio vital frente a otros negocios como el de los carritos sangucheros, huevitos de condorniz; etc. A medio día desaparece y ya lo tenemos nuevamente a las 5:30 a 6 de la tarde, nuevamente con su carrito botando fumarolas y aromas que se dispersan y mezclan con el monóxido de los carros chatarra venidos gracias al chinito Fujimori.

Conozco un emolientero que se sitúa en la esquina del famoso negocio de la "mollejitas de San Andrés", un tipo santiaguino, poblador del sector Virgen del Carmen, del populoso distrito de El Porvenir. Es la envidia del heladero, del vendedor de torrejas de sandía, de la señora de los huevitos de condorniz y del vendedor de caña cortadita en pequeñas piezas cuadradas embutidas en pequeñas bolsas de polietileno. Tiene a su alrededor a sus parroquianos y ¡oh sorpresa! es una especie de negocio democratizador de la sociedad. Encontramos rostros y trazas de todo tipo, confluyen de todas las sangres y estratos económicos. Unos buscando mejoría a algún mal de la salud, inquieren al emolientero "algo para el hígado"; otros en una manera de enlazarse con el pueblo que dejaron y de encontarse con "su gente", acuden muy solícitos a tomar un matecito, el tomar la emoliente es el canal que los lleva a la tierra natal y les aflora los recuerdo de la vivencia en la chacra. Otros buscan solución al "flato" después de haberse "pegado" una "tranca" y "desean quedar como nuevos". En fin es el boticario popular que ha bajado del cerro "Botica" de Cachicadán; y con sus hierbas y brebajes va dando satisfacciones a cada uno de sus clientes, algunos muy "picudos", bien trajeados (hay los de las AFPs, funcionarios de bancos; que llegan a pie, en taxi y movilidad propia), se entremezclan con las domésticas, que de paso a comprar el pan para el lonche se toman su emoliente o surge como una excusa para conversar brevemente con la amiga o ver a su "marchante".

Nuestro querido emolientero busca aprovechar al máximo los insumos entre ellos el limón, de ahí el término "limón de emolientero", referente a que no le deja una gota a este fruto de la naturaleza y que se utiliza para referirse a aquellas personas que literalmente "exprimen" algo, por ejemplo sacar provecho del ciudadano cobrándole el gobierno local por parques y jardines, predios, seguridad ciudadana y en un futuro cercano por respirar el tóxico aire de nuestra querida ciudad. Eso es exprimir al contribuyente como limón de emolientero, sacarnos el jugo hasta la última gota.

Este eminente emprendedor, a decir de mi colega antropóloga y ex ministra, Susana Pinilla, es hoy el paradigma del empredendor peruano, aquel que busca salir adelante en medio de una economía excluyente e incapaz de generar puestos de trabajo y absorver a la PEA nacional. El emolientero, es parte de ese desborde popular analizado por otro de mis colegas, Pepito Matos Mar, antropólogo afincado hoy en la Universidad Autónoma de México. El emolientero llegó para quedarse y exprime el negocio de las hierbas como a él lo exprime la sociedad urbana en la que más que vivir sobrevive. ¡Viva el emolientero peruano!

Escrito por Juan Gamarra Nieto, profesor de METUN I

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una persona que trabaja siempre es digna y por ende todos los emolienteros peruanos no solo ponen en practica sus habilidades en las aguas medicinales sino ayudan a todos sus compatriotas...

Anónimo dijo...

Aparte del los excelentes emolientes, hay una parte de este texto que merece recalcar; es sobre como se dan cita en un mismo rincon gentes de diferentes clases. Esto sin lugar a dudas es algo unico que los trujillanos estan logrando, evidenciando el perfil de una gran pueblo y cultura como ciudadanos civilizados e integradores que permiten una convivencia plural y en respeto..Y es tal como usted lo dice como lo hemos observado...sin dudar la ciudad de Trujillo y sus ciudadanos estan avanzando hacia un futuro sano, de respeto y tolerancia...TAL VEZ SERA POR SER UNA CIUDAD CON UN ALTO INDICE DE PERSONAS CON UN NIVEL ALTO EN SU FORMACIÓN---en hora buena-

Anónimo dijo...

Me gustaria compartir un emoliente en frío que yo me preparo.

Agua hervida bien fría para remojar, por donde primero he remojado linaza y ya espeso y bien colado pongo a remojar las cascaras de piña trituradas por la licuadora, luego de un buen remojo licuar todo bien y colar y endulzar con miel de abeja.
En algunas ocasiones y si deseo agrego algo de hecampuri hervido y frio. Noto bueno resultados.

Ahora me gustaría saber si es correcto remojar sin hervir la linaza y la piña, y aunque tengo buenos resultados a veces pienso que al no hervir a lo mejor estoy desprovechano algo...?
el no hervir es por conservar todas sus propiedades ?

Ana

DOCENTE INNOVADOR dijo...

Bien , amigos esta información de la venta y consumo popular, me quedo con el emoliente que soy un asiduo concurrente a mi amigo el emolientero.